sábado, 12 de diciembre de 2015

EDUCACIÓN

Está de moda, el bullying, el acoso escolar, y digo que está de moda no por qué ahora se de cuenta la gente que existe, si no por qué es ahora cuando los políticos se dan cuenta que existe. Siempre ha existido el “matón” de clase, el que te quita el bocata, las canicas y el que decide que se hace en el recreo, y eso con un sistema educativo caduco como el que viví, se solucionaba entre el profesor y los padres, de forma casi inmediata y además el problema se circunscribía a las aulas no más allá. Hoy día tras varias décadas de tumbos legales las cosas se han desmadrado. Nadie se dio cuenta y miró hacia otro lado cuando las normas dejaron indefensos a los profesores ante este tipo de situaciones, nadie vio la necesidad de proteger a los profesionales frente a los padres más montaraces y finalmente nadie pensó que las redes sociales llegarían a donde han llegado, a las aulas. Ahora se trata de paliar todo esto de golpe y no es posible. Dotar ahora de autoridad ante los alumnos de quienes, no todos por supuesto,  durante años no han querido ejercerla es poco más que imposible; cuando algunos profesores, que ya empezaban en mis últimos años de instituto, pretendían “igualarse” con los alumnos, confundiendo respeto y educación con “colegueo”, exigían el tuteo en clase a la voz de “todos somos iguales”, “la democracia ha llegado a las aulas”, etc..., nadie pensó en el daño que causarían en las generaciones futuras carentes de las más elementales reglas de conducta para gestionar la relación padre e hijos. Cuando las normas dictadas al amparo de la evolución democrática de la enseñanza pretendían un alumno modelo que estaba estimulado per se, sin necesidad de profesores ni temarios, al que había que evitar los disgustos de los suspensos y la frustración de repetir curso, nadie pensó en lo atractivo que era el mundo del trabajo para jóvenes de 16 años y menos que veían únicamente el ingreso de dinero a fin de mes como la única meta posible poniendo la mirada en tunear el ciclomotor y más adelante el coche, por cierto sin acordarse de colaborar en casa. Cuando se considera como uno de los derechos de los menores, portar un teléfono en el centro educativo  es una garantía que deben ofrecer a los padres para mantener comunicación con su hijo sin percatarse de que según todas las encuestas el uso mayoritario (más del 90%) es en redes sociales de las que los padres no participan. En fin, cuando queremos buscar situaciones de acoso sin haber evolucionado el sistema paralelamente a los tiempos por no considerar que fuera necesario, negando la mayor, y lo que buscamos son grupos de menores acosando en el patio a un chico/a, lo que vemos es chavales sentados con un móvil en la mano que cuando nos acercamos nos miran retadores clamando por su intimidad en las comunicaciones.
Hoy el mundo de Los menores ha evolucionado, si lo ha hecho, y se relacionan desde hace ya tiempo a través de redes sociales que en sus propias reglas proscriben el uso inadecuado de sus aplicaciones, pero que no actúan con la agilidad y contundencia necesaria, y que incluso se autolimitan a la hora de descubrir conductas altamente peligrosas como el acoso, ya el ciberacoso, entre menores; redes sociales que prohíben su uso a menores de 14 años y son las des más extendidas en menores de 1º y 2º de ESO (12 y 13 años).
Algo falla estrepitosamente en el sistema, y la solución no puede llegar a ser exclusivamente sancionadora. Falta de verdad una formación integral (padres y educadores) sobe este tema, sin límites, sin tabúes que impidan ver la realidad. Complementada con sanciones y cierres de perfiles y exigencia de responsabilidades a los proveedores de servicios que amparan estas conductas y apoyo inmediato a leas víctimas considerándolas de alto riesgo por la edad y periodo evolutivo en el que se encuentran, pero ah! Esto cuesta dinero verdad? Cuánto vamos a ganar con esta inversión? DE VERDAD ES ESTA LA CUESTIÓN PRINCIPAL?