Al fin he terminado la serie de
libros que adquirí sobre el comisario Bordelli, una creación de Marco Vichi, El
comisario Bordelli (Il Commissario Bordelli, 2002), Un asunto sucio (Una brutta
faccenda, 2003), El recién llegado (Il nuovo venuto, 2004), Muerte en Florencia
(Morte a Firenze, 2009), La fuerza del destino (La forza del destino, 2011) y Fantasmas
del pasado (Fantasmi del passato), 2014.
El comisario Bordelli trabaja en
Florencia en los años sesenta, década de cambio tras la recuperación de la Segunda
Guerra Mundial e inicio del desarrollo actual. Bordelli es el típico comisario
de novela policiaca italiana, solitario en lo familiar pero con un grupo
escogido de amigos en lo social, amante de la buena mesa, de lo cual dan fe la
multitud de comidas y recetas que se referencian en sus andanzas detectivescas,
acompañado siempre de un fiel colaborador y enfrentado permanentemente al poder
político de sus superiores.
Bordelli es florentino, en la
cincuentena, soltero y sin familiares directos con quién relacionarse, solo el
recuerdo de su madre, cada vez más presente, le acompaña a veces. Hizo la
guerra con los partisanos antifascistas del Batallón San Marco y después de la guerra
entró en la Policía del Estado. Durante su vida Bordelli ha hecho un puñado de
amigos dispares que aun cuando hacen su vida paralela a la del policía mantiene
con este una especial relación en lo personal, Bottarelli (Botta) ladronzuelo “internacional”
que ha resultado ser un cocinero fantástico tras su paso por las cárceles de
media Europa, Rosa, prostituta ahorradora que a la madurez decide sentar la
cabeza, no siempre, y se compra un piso donde habitualmente se refugia Bordelli
en los momentos de angustia o desazón, Dante, científico loco, no se sabe si
aficionado o profesional, que se pasa la vida, día y noche en el sótano enorme de
su palacio, elaborando complejos inventos de dudosa eficacia y cuya “grappa”
casera es compartida habitualmente con Bordelli, Piras, policía sardo hijo de
un antiguo compañero de armas que ahora es su mano derecha en las
investigaciones policiales, Diotivede, médico forense muy particular de carácter
extraño pero entrañable que le acompaña en cada caso y así, hasta un largo etcétera
de sujetos que van apareciendo en cada novela, con los que traba amistad casi
sin pretenderlo y que de vez en cuando reaparecen para aportar una pincelada
colorista a las historias. Odia las redadas y es en ellas donde encuentra a
viejos conocidos de la guerra a los que facilita una salida honrosa, evita que jóvenes
en sus primeros errores acaben en prisión simplemente porque conoce a sus
familias y cree que no se merecen esos malos tragos, mitiga los daños causados
por criminales aun a pesar de ir en contra de las normas más elementales del
proceso y de las ordenes de sus superiores, etc…, así desarrolla su vida
Bordelli.
Lo de menos en las novelas de
Bordelli es la causa criminal, es el eje de desarrollo de una historia, cierto,
pero alrededor de ellas se desenvuelve la historia de los años sesenta en
Florencia, que tienen su culminación en las inundaciones trágicas de 1966. En cada
una de las novelas Bordelli capta la atención con historias de su pasado en la
Segunda Guerra Mundial, historias del momento, entre mujeres casi siempre, y
alusiones imaginativas al futuro sobre todo en relaciona la juventud desconectada
de las penurias de la posguerra y empeñada en contestar al presente que
consideran rancio y asfixiante.
Bordelli es un policía enamoradizo,
angustiado por un futuro solitario, quizás por eso cada vez ve más a su madre aparecerse
en su vida; cada vez que encuentra a la mujer de su vida, algo trunca el futuro
de esa relación, siempre le provoca un derrumbe emocional que procura aliviar
Rosa con sus masajes y sus juveniles salidas al cine o a cenar; sin embargo la última
de las relaciones profundas provoca en él un cambio radical, abandona temporalmente
la policía y elimina a los tres causantes de su dolor, asesina (ajusticia) a
los tres asesinos y violadores de un niño, crimen que quedó impune ante la
justicia, que agredieron a su chica, Eleonora, y que provocaron que esta se alejase
de él, para evitar que siguiera investigando, amenazando a sus amigos más
cercanos. Bordelli encuentra la inspiración de sus andanzas criminales en los crímenes
investigados; solo Piras llega a sospechar claramente de sus actividades, a las
que personalmente se une y así se lo manifiesta, aun cuando sabe que Bordelli
nunca lo consentiría.
Bordelli tiene una forma de
resolver las investigaciones, reflexiva, tranquila, alejada de histriones y persecuciones,
concentrada en el interrogatorio y la observación del entorno personal y
material de la víctima, descartando hipótesis hasta llegar a la más propicia y
es en este punto donde, saltándose las más de las veces las reglas, obtiene
resultados satisfactorios que hacen que el Questor (similar al antiguo gobernador
civil), siempre olvide las rencillas y odios que le provoca Bordelli con su
actuar.
Las rutas de Bordelli por
Florencia se pueden seguir en un mapa con facilidad y permiten integrarse con
su mundo de manera que al final me parece estar paseando con él por una Florencia
viva y animada.